martes, 25 de septiembre de 2007

Torre Swiss RE; Londres, Reino Unido

La obra recrea conceptos que Foster y Buckminster Fuller discutían en los 70. Recién hoy la tecnología los hizo posibles.


Aún con toda su contemporaneidad tan tecnológicamente erigida, en algún punto, el aspecto del Swiss Re remite a la elegancia gótica. Muchos le ven aires de pieza art nouveau. A la distancia, la trama de su piel refuerza esa imagen. Clavado en el corazón del centro financiero de Londres —donde antiguamente estaba el Baltic Exchange, volado por un atentado del IRA—, el edificio que en las oficinas de Foster y Asociados llaman 30 St. Mary Axe popularmente fue bautizado como el pepino (the gherkin). El requisito de la compañía de seguros Swiss Re fue una "imagen potente" para marcar su sede en Londres. Y Sir Foster respondió con una "obra radical en todo sentido: técnica, espacial y arquitectónicamente, tanto por fuera como por dentro; es un edificio de oficinas diferente a cualquiera concebido hasta hoy", dijo él mismo. No obstante, la crítica retrucó que sólo podría decirse radical la forma aerodinámica y tridimensional de la estructura. La influencia de Buckminster Fuller, con quien Foster compartió utopías y trabajo durante los 70, está presente en esta obra: el óvalo gigante de vidrio y acero con seis atrios triangulares en su interior (originalmente generarían una serie de "jardines al cielo") le da a la torre su propio microclima y elimina la necesidad de aire acondicionado. Se trata de un concepto que Foster y Fuller ya discutían hace treinta años. Pero, que sólo podía ser posible en los últimos diez, dada la asistencia que las herramietas digitales hoy ofrecen al diseño. Así, en junio de 2004 Londres tuvo listo su primer gran edificio verde, totalmente programado para reducir en un 40% anual el uso de aire acondicionado y, por ende, el consumo energético. El "factor verde", como se sospechó, no fue un truco para aminorar las reacciones adversas a la mole, sino un requisito del comitente. Porque, lo primero que se levantó del primer ícono arquitectónico/ siglo XXI de la capital británica —que ya desplazó al Big Ben en los noticieros europeos—, fue la polémica. La reacción al proyecto no llegó desde la realeza, ni desde el ámbito político o el de las autoridades urbanísticas inglesas. Fueron las instituciones religiosas las que pusieron el grito en el cielo por esta forma atípica que interrumpiría la vista de la catedral anglicana de San Pablo, diseñada por Sir Christopher Wren hace 300 años. Calmada esa inquietud, fueron los 180 metros de altura metidos en un terreno bien estrecho los que encendieron el debate. "El corazón de la ciudad es el único lugar donde tiene sentido irse para arriba en la construcción, dada la densidad y la falta de verde", argumentó Foster. Por otra parte, la variación del diámetro (mide 49 metros en la base, 56.5 en la parte más ancha, estrechándose a 26.5 en el último piso), que es la que le confiere el aspecto, fue la solución al problema del terreno. La forma oval logra una superficie media de 1.400 metros cuadrados por piso, que se eleva a 1.800 en el nivel 16 y desciende a 600 en el 34. Según el autor, esta forma "favorece el flujo de los vientos alrededor de las fachadas, disminuyendo la presión sobre la estructura y evitando que se direccionen para el nivel del suelo, donde podrían afectar a los peatones". Asímismo, la forma ofrece ventajas en el interior como la posibilidad de disposición ortogonal en las áreas de escritorios y, en el centro, una zona rectangular de baños y escaleras. La mayoría de las salas tiene vista al exterior: sólo un 3% de los espacios del Swiss Re son cerrados. Implantado entre las calles St. Mary Axe y Bury Street, el Swiss Re se enfrenta nada menos que con el Lloyd´s, proyectado en 1978 por Richard Rogers, quien compartiera con Foster el afamado Team 4 en los 60 y actualmente "disputa" con Foster el trono del máximo arquitecto contemporáneo de Gran Bretaña.
IGUAL PERO DISTINTA. A pesar de sus innovación, el planteo de 30 St. Mary Axe sigue el esquema tradicional de una torre: núcleo central, gran hall de entrada, un restaurante con lounge en la cima (pisos 39 y 40) y un espacio público al frente o alrededor de la construcción. En este caso, la plaza que rodea la base está delimitada con muritos de piedra natural, que sirven de equipamiento urbano. Es la estructura la que difiere de las de la mayoría de los edificios altos, que usan el centro para la estabilidad lateral. Aquí la estructura está compuesta de un núcleo central rodeado por una grilla de elementos de acero interconectados en diagonal. El sistema portante de la torre está asegurado por esta armadura exterior de acero cuya pieza fundamental está formada por dos potentes V invertidas, que tienen la altura de dos niveles. Son 18 piezas las que componen cada anillo de la estructura que, completa, tiene 19 anillos superpuestos. La grilla externa de la fachada esta formada por paneles de triple espesor: vidrio doble hacia el exterior y un vidrio laminado hacia el interior, para optimizar el ingreso de luz sin quitar vistas. Es una trabajosa orquestación de luz y reflejos controlados. La luminosidad es mayor en los niveles inferiores mientras que, desde la cintura del edificio a medida que las plantas se afinan, los efectos del reflejo solar se minimizaron. Esto, también fue posible gracias a las herramientas digitales desplegadas en el diseño. En total, son unos 5.500 paneles los que se montaron en la estructura: todos son planos (salvo los de la cúpula) y únicamente los que están situados en los atrios externos se pueden abrir para ventilación.Al ser portante la grilla, el nucleo no demanda ningún tipo de refuerzo diagonal. Y esto, otorga mayor flexibilidad a las plantas. Esta obra, dicen quienes la siguieron de cerca, sólo fue posible gracias a la armónica interacción entre Foster y los ingenieros de Arup. Y Londres, contenta con su nueva figura de poder.





Artículo extraido del diario Clarín del día 21/06/2005, escrito por Carolina Muzi

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